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lunes, 23 de marzo de 2009

DE MI COSECHA

CONOCÍ A UN DESCONOCIDO….

Una mañana en que la brisa suave proveniente de la bahía tocaba mi cara, cual cariñosa madre trata de mitigar la pena de su hijo, me encontraba sentado sobre la banca fría contemplando el mar, el ir y venir de las gaviotas y otras aves marinas, no distraían mi mente de su pesar, es que a veces las perturbaciones propias de la vida son muchas y suelen volcar nuestras fuerzas hacia el abismo inmenso del decaimiento, los ruidos de la ciudad van apareciendo poco a poco, el sol termina de salir y con cálido despliegue cubre los techos, los árboles y el mar, como olvidar el ritmo suave y lento de las olas tocando la arena de la orilla, como el ritmo de una hermosa canción, marcado por las notas exactas para tocar las más profundas fibras de nuestros sentidos; de pronto a lo lejos una embarcación se hace a la mar, llevándose consigo sueños, tristezas, alegrías y penurias, ¡ah! Ojalá pudiera hacerlo con las mías, sin querer mover un solo músculo de mi cuerpo trato de extasiarme con el paisaje que frente a mis ojos pasa, sin importar el tiempo, solo embriagarme con el aroma a mar, vagar como lo hacen las gaviotas, buscando corrientes de aire que hagan más fácil su vuelo, remonto mi vista más arriba y un pequeño grupo de tijeretas apacibles flotan en el cielo, sin mover sus alas, se dejan llevar tan suavemente que una tranquilidad comienza a invadir mi ser, sin esperar mucho de esa terapia natural, me sobresalta el saludo de un hombre viejo, de mirada cansada pero bonachona, de tiernos ojos y ademanes suaves y correctos, vestido comúnmente, le respondo el saludo sin darle mucha importancia, puesto que la gente mayor regularmente lo dá, -me puedo sentar- me dice, levanto la vista y extrañado le digo, claro, aunque era la única banca ocupada a esas horas de la mañana, escucho el suspiro cansado al tomar asiento, como si arrastrara penas grandes en su vida, sin querer distraerme de aquel lugar infinito donde pareciera que termina el mar, me reconforto en mi asiento, después de un rato aquel hombre platica conmigo, con familiaridad y respeto, comenta sus penas y problemas diarios, me pregunta que hacia un joven con tan abatida figura buscando respuestas en el infinito del mar, me extrañó escuchar eso puesto que era mi situación en aquel momento, sin embargo el sigue comentando sus pesares, poco a poco le tomo atención y me dejo llevar por la facilidad de expresarse de aquel viejo, mientras pasan los minutos me voy dando cuenta que mis problemas no son nada en comparación de aquellos que mucha gente lleva, me sorprende que aquel hombre supiera hasta mi forma de pensar en ciertas cosas, extraña situación me esta pasando, lo siento familiar, un aura de benevolencia y paz envuelve su ser, pero me doy cuenta que no es a el a quien he conocido hoy, si no, a mi mismo, por que la mayoría de las veces nos hemos preocupado en hacer mejores relaciones laborales o personales con decenas de gentes, más, sin embargo, nos hemos olvidado el reencontrarnos, hemos dado por hecho de que somos seres humanos globalizados y miembros de una sociedad, pero también somos importantes, si, muy importantes para nosotros mismos, debemos querernos y felicitarnos por nuestros pequeños o grandes triunfos, si no tenemos a nadie que lo haga, desde ese día he vuelto varias veces a respirar el mismo aire de la mañana en el malecón, pero no he vuelto a ver a aquel hombre que un día con un saludo acompañado de una sonrisa, hizo que conociera a un desconocido, a mí, he esperado con afán encontrar su rostro en quienes pasan y apenas asoman su vista al mar, apurados por el trabajo, inmersos en su propio mar de problemas, pero no la he visto, recuerdo esos ojos llenos de sabiduría y tristeza pero siempre con una palabra de aliento para quien en esos momentos se encontraba mal, no le pregunte su nombre por que no era importante, ahora solo se que fue un viejo, aquél que diera significado a mi vida, las gaviotas siguen volando y las embarcaciones salen igual, pero no hay de nuevo ese buscar respuestas donde no las hay, tan lejos, ahora es un hombre nuevo, renovado en la creencia de que uno es fuerte y que hay personas que necesitan de nuestra valiosa ayuda, si no podemos hacer mucho, reconsideremos el dar los buenos días acompañado de una sonrisa, ese puede ser el apoyo que alguien necesite para sentirse aceptado en la sociedad, para saberse valioso y ser feliz.