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lunes, 20 de abril de 2009

DE MI COSECHA

LUNA LLENA (un recuerdo inolvidable)

Hace unos días cuando supe que llenaría la luna, emprendí camino rumbo a la colonia Calafia, a unos kilómetros de nuestra ciudad, al principio es de puro pavimento y mientras uno deja de ver casas es de terracería, pareciera que se perdiera entre las faldas de los lejanos cerros, sin temor a nada, solo me movía el saber que era una magnífica idea ver como salía poco a poco la tan esperada luna, estacioné mi coche entre un arenal y rodeado de choyas y uñas de gato, acompañado de música instrumental me dispuse a esperar, el atardecer comienza sus pinceladas entre rojos e intensos rosas, el sol dibuja las sombras de cardones y choyas, uno que otro ciruelo y algún animalito del bosque corre rumbo a su guarida, las nubes enmarcan alegres tan hermosa obra, sigo inmerso en mis pensamientos, hasta que el último rayo reposa sobre el agua del calmado mar, el viento que aunque fuerte sopla fresco apenas, se comienza a portar mezquino pues se torna frío y ulula entre la maleza , queriendo ser el único que observara la salida de la luna, más sin embargo parapetado en mi auto, espero pacientemente, unas nubes se asoman impacientes tras los cerros, los minutos pasan lentos, tan lentos que acompañan mis recuerdos, sumido en ellos de pronto una claridad aparece tras el cerro mas lejano, se dibuja su silueta perfecta y un rayo de luna ilumina de pronto la efímera oscuridad, no tarda mucho en aparecer completa, grande, magnífica me inunda no solo con su luz sino con los olores de la tierra mecida por el viento, del susurro pausado y del compás al mecerse los arbustos, me embruja, me transporta al día en que embrujado más por esos lindos ojos, de un color café y una piel tersa suave, tocada finamente por la luz de una luna no más hermosa que su cara, al fondo el mar cantaba un vals, lento, enamorado, declarando su sentir al cielo que lo cobija con el manto hermoso y simple adornado por estrellas, igual que yo boquiabierto viendo su sonrisa, extasiado por la belleza de ese gesto, de sus ojos que brillaban y reflejaban una luna celosa, pues hasta ese momento era lo más lindo que veía, ahora estaba iluminando a ella, su pelo se mecía suavemente al compás del viento traído por las olas, su aroma inundaba mis sentidos y yo estaba allí, sin encontrar palabra, solo extasiado, mudo por que era una noche hermosa, la más hermosa de mi vida, su boca se movía diciendo no se que cosa, yo no escuchaba, solo veía, nunca olvidaré esa tierna y dulce sonrisa, sus ademanes al hablar me enloquecieron, las musas todas juntas llegaron con ella a mi vida, ahora allí viendo esa misma luna que aquel día me acompañó celosa y escuchó un SI, me encuentro tomado de su mano, desde entonces nunca he dejado de voltear al cielo y cuando la luna llena, me transporta de inmediato a ese día, ahora nunca solo, disfruto del mismo espectáculo, sumido en tales reflexiones mido cada centímetro que la luna sube sobre el vidrio del auto, el silencio se desvanece al canto del grillo que cual serenata se deshace interpretando un canto que se multiplica por decenas a nuestro alrededor, el viento descansa un poco maravillado o intimidado por la luz que ahora reposa sobre el manto terrenal, que maravilla, mi tierra como tiene sus bellezas, inigualables, un atardecer apasionado, arremolinado cual beso robado de pronto entre un suspiro, a una noche de luna, apacible beso enamorado que deja sentir su palpitar en los labios de tu amada, congela el tiempo, una imagen grabada en el recuerdo, plasmada en tonos plata, blanquecina y tenue luz, que transpira serenidad, los cardones abren sus brazos, los árboles se desvelan un poco para presenciar ese momento, como yo despierto y sumido en mis sueños, volátiles cual brisa acogedora, ese mirar sin palabras se repite, dejándose bañar por la plata estelar, sonriendo como ese día no hace falta enamorarme, solo me contesto, igual que aquella noche. Hay momentos en la vida que todo nos aplasta, es tan rápido el vivir y muchos sus problemas, que solo basta con voltear a nuestro alrededor y llenarnos de la naturaleza noble de esta tierra, mar y desierto en comunión con un fuerte sol de hermosos atardeceres y una luna acogedora, que paisajes tan cambiantes iluminado por ambos astros celestiales. Dedicado a mi esposa y nuestro pequeño hijo, con quienes he visto lo más hermoso de la vida y esta tierra a sido testigo de nuestro vagabundear cotidiano por sus brechas polvorientas y solas, por sus playas y arenales cadenciosos, igual que sus pueblos de gente noble y trabajadora. ¡SUDCALIFORNIANOS AL FIN!